Siempre me han dicho lo que no hago, pero no que lo haga

Jorge ha pasado unos días en un campamento de verano. Desde el primer día les insistieron a todos los asistentes en la necesidad del orden; armario, habitación, etc. Jorge fue ejemplar; todo en su sitio, se ofrecía para ayudar a los demás, etc.

Al terminar el campamento sus padres fueron a recogerle. El monitor que les atendió les dijo lo bien que lo había hecho, resaltando lo bien que tenía ordenadas siempre las cosas de su habitación. Se inicia el siguiente diálogo:

- (padres) Se debe estar equivocando de niño, mi hijo tiene muchas virtudes, pero el orden no es una de ellas.

- (Monitor) No, estoy hablando de su hijo Jorge, y, al menos aquí, ha sido muy ordenado.

- Jorge si aquí eres ordenado ¿por qué en casa no haces nada?

- (Jorge) Porque en casa siempre me decís lo que no hago bien, pero no lo que queréis que haga.

Independientemente de la "cara dura" de Jorge, podemos sacar una pequeña enseñanza. A veces perdemos mucho tiempo diciendo las cosas que los hijos hacen mal, pero debemos pararnos a pensar "¿le he dicho lo que quiero que haga y cómo quiero que lo haga?". No hay que tener miedo a exigir, a pedir. La madurez de los niños no es algo que venga sola. La van ganando en la medida en que son responsables y son responsables cuando les damos responsabilidades que cumplir.

Comentarios