De mayor quiero ser como...


En el patio del colegio había una discusión entre varios pequeños, el tema era qué quería ser cada uno cuando fuera mayor. Uno decía que quería ser como su padre y trabajar en una oficina, otro que quería pilotar aviones y otro que él quería ser como Cristiano Ronaldo. Cuando hizo esta afirmación los demás le dijeron que eso era imposible, porque el, era él y Cristiano Ronaldo era Cristiano Ronaldo. Hasta ahí todo de acuerdo. Pero ¿por qué alguien quiere ser como otra persona? ¿qué es lo que admiramos de los demás? ¿su forma de ser? ¿sus virtudes? Quizá esto último sea lo más acertado. Lo que más nos atrae de los demás son sus virtudes. Algo por lo que ha tenido que luchar para conseguirlas. Algunas virtudes podríamos decir que “vienen de serie”, nacemos con ellas. Muchos niños nacen generosos, ya desde la cuna te ofrecen sus juguetes, otros tienen que esforzarse día a día para compartir algo. Algunos nacen trabajadores, de chicos ya hacen grandes construcciones de lego o de tacos de madera y sus madres los miran con cariño diciendo “será un buen arquitecto” y otros tienen que aprender a trabajar a base de esfuerzo. Las virtudes que más se valoran son aquellas que son fruto del esfuerzo, del trabajo diario, del vencerse día a día, caer algunas veces, para volverse a levantar siempre con renovadas fuerzas.

Y es que el esfuerzo por mejorar debe ser algo continuo. Poco a poco vamos perdiendo lo que se ha llamado “cultura del esfuerzo”, a los más jóvenes les damos todo hecho, tan masticado, que corren el peligro de no saber masticar por ellos mismos. Les quitamos todas las piedras que hay en su camino, pero no les enseñamos a quitarlas por ellos mismos, por lo que cuando se encuentran con una piedra, no ponen el esfuerzo de quitarla (no saben) sino que toman atajos para rodearla, saltarla, pero nunca moverla. Además, la televisión, internet y los demás medios de comunicación venden un modelo de “resultado sin esfuerzo” -aprenda inglés en dos semanas, adelgace sin notarlo…-. Hasta el punto de que si alguien estudia mucha le ponemos la etiqueta de “empollón” y lo clasificamos en la categoría de “bichos raros”.

Hay que saber “vender” a las nuevas generaciones que en el camino por mejorar es donde se hacen fuertes, que la alegría está en el trabajo bien hecho, en las cosas que se consiguen con sudor, que las batallas las ganan los soldados cansados. Me viene a la cabeza una poesía que leí hace tiempo y que hace poco encontré en la red. La escribió en 1911 Konstantino Kavafis y se titula Ítaca. Narra el viaje de Ulises por encontrar la ciudad de Ítaca. En el camino se enfrenta a decenas de aventuras y al final, cuando llega a Ítaca se desilusiona un poco. Pensaba que era algo mejor, más grande. Y entonces se da cuenta de que la búsqueda de Ítaca le ha enriquecido de sabiduría y aventuras, de alegrías, de amigos…. Cada uno debemos buscar nuestra Ítaca (yo quiero ser como…), pero sin ahorrar esfuerzos, sin buscar atajos, porque el futuro se hace a base de muchas horas, de muchos pequeños sacrificios

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